90 días para el 2 de julio y la prisión acogedora.

90 días para el 2 de julio (2021) dir. Rafael Martínez

Rafael Martínez García es un joven mexicano egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica, institución en la que estudió guión para Cine y TV. Ha labrado su trayectoria dentro de la industria ejerciendo como productor, guionista y director. Entre su filmografía destacan cortometrajes los cuales se han exhibido en diversos festivales nacionales e internacionales.

Entre las decenas de proyectos realizados; ‘El amor dura tres meses’ obtuvo el Ojo de la Sección Michoacana en el 16º Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) y una Mención Especial en el 22º Guanajuato International Film Festival (GIFF). En el año 2019, su guión de cortometraje ‘Impronta’ obtuvo una Mención Especial en el 17° FICM, y en 2020, su guión de largometraje ‘Apenas primavera’ formó parte de la Selección Oficial de guiones inéditos del Festival de Cine de La Habana. Colaboró en el guión de la película ‘Sin hijos’, ópera prima de ficción del director Roberto Fiesco, la cual estrenó en Netflix en marzo de 2021.

Dir. Rafael Martínez (En el metro de la CDMX)

Un amplio camino ha transitado y que posterior a la demora de su estreno debido a percances suscitados -tan imprevisibles y caóticos como lo fue la pandemia por el COVID 19-, Rafael, nos presenta su ópera prima ‘90 días para el 2 de julio’, que logra enternecerte como a su vez, te hunde en la desdicha. Y no es para menos ya que el realizador plasma con eficacia las cotidianidades a las que es más frecuente tener que encarar en esta, nuestra sociedad posmoderna y la que concierne a esta cinta: Las máscaras. Que en la actualidad con más frecuencia usamos como defensa a nuestro entorno hostil. 90 días para el 2 de julio nos cuenta la historia de Luis (Armando Espitia), quien en casa, aguarda impaciente la llegada de Andrés (Luis Arrieta), un hombre con quién mantiene una relación amorosa en secreto.

Andrés es un candidato a gobernador de un partido conservador, razón por la que tienen que mantener su vínculo en el anonimato, pues de filtrarse la verdad, su carrera en la política quedaría truncada. De modo que -para evitar escándalos-, se ve obligado a recurrir a la creación de una imagen pública impecable. Esto quiere decir que regirá su vida bajo los estándares de la heteronormatividad. Circunstancia que si bien entristece a Luis, acepta con la ilusión de que esta situación será temporal y en algún momento podrá externar el amor que siente por Andrés sin ningún tipo de temor.

En vista de la ajetreada agenda de trabajo de Andrés, Luis pasa los días en cautiverio dentro de una casa que carece de mucho -e inclusive de internet-, pero esto no durará mucho hasta la inesperada visita de Natalia (Danae Reynaud), su vecina -siempre en compañía de su roomie Jess-, (Greta Cervantes) que gracias a sus personalidades desinhibidas, estrechan lazos y forman una inigualable amistad. Mientras este apacible trío goza de sus compañías, y que en especial a Luis le ayudarán como sostén para despejar su mente y dirigir su atención fuera de su espera incierta. A lo largo de la trama iremos conociéndolo por medio de cómo haga frente a verdades que le serán reveladas al paso de los días.

90 días para el 2 de julio (2021) dir. Rafael Martínez

90 días para el 2 de julio nos invita a la estadía por estas cuatro paredes sin sentirnos asfixiados, -aunque si por momentos afligidos-, y que del mismo modo, nos logra conmover por la calidez que cada personaje irradia de su ser y de la casa misma por doquier. Esta cinta mexicana no titubea a la hora de exponer temas que en pleno siglo XXI para muchas personas siguen siendo tabú como lo es la comunidad LGBT+ -y más dentro de este país en la que aún abunda el machismo y la homofobia-, por lo que, hacer visibles las vivencias de individuos que lo único que los diferencia es su orientación sexual no debería ser ya un problema. Por tanto, es de aplaudir que películas como la de Rafael, alcen la voz, y se rebelen contra este sistema intolerante y por ende, prejuicioso ante la existencia de personas que lo único que buscan es vivir en armonía tanto con ellos mismos como con su entorno.

90 días para el 2 de julio es un vaivén de emociones agridulces que vale cada segundo experimentar, pues nos habla sobre la necesidad de vivir siendo nosotros mismos sin las máscaras que aún hoy en día, muchos tienen que usar por temor al “qué dirán los demás”.

Esta cinta se encuentra ya disponible en distintos cines de la república mexicana. ¡No te la pierdas!

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90 días para el 2 de julio es minimalismo cinematográfico con una complejidad emocional, enorme

El término de un ciclo emocional ya sea tan corto o largo como haya sido, siempre duele. Es cierto que a veces nos enamoramos de una persona, de lo que nos transmite en los momentos que la vemos. También es verdad que la compañía se vuelve necesaria en algún punto de esa pequeña historia. Pero es certero que la historia de dos personas no puede tener solo un participante, sino sería un monólogo.

90 días para el 2 de julio no es la idílica historia de amor que muchas películas nos hacen creer. No. Es todo menos eso. Es la idea que nos creamos sobre alguien por solo pequeños instantes que pasamos juntos. Es la ausencia que nos marca, no por la herida en sí, sino por la persona per se.

La mayoría de las veces que salimos con alguien entendemos que es una participación mutua en todo aspecto, aunque después la realidad te golpea un poco con la verdad, a veces esa relación que idealizas es solo un reflejo de tú propia soledad y terminas siendo tu el único participante.

Rafael García logra construir una ficción basada en hechos reales… porque así es la vida y el cine. Con muy pocos elementos nos cuenta una historia sumamente emotiva, minimalista pero también muy efectiva. El personaje principal tiene tanta fuerza que las situaciones nunca son aburridas o intranscendentes al traspasar al terreno de lo personal, emocional, al
mismo tiempo de lo traumático de las relaciones afectivas.

Luis (Armando Espitia) es un joven de veinte años que debe permanecer encerrado en un departamento tres meses hasta el 2 de julio porque se encuentra envuelto en una relación con Andrés, un hombre comprometido y candidato a presidente municipal por un partido conservador. Luis debe estar desconectado y alejado de todo para que no sea expuesto a la cantidad de información, pero tampoco al engaño emocional encubierto al que, por un hombre ejemplar, es sometido.

El personaje de Luis resume en muchos sentidos lo nocivo que pueden ser las relaciones sentimentales. Un juego del poder que toma lugar entre dos personas cuando se asumen roles y papeles para que la maquinaria de la relación funcione a la perfección. Andrés engloba el sometimiento emocional, el que ejerce el poder, pero no con la fuerza bruta, sino con la coerción emocional y eso es aún más violento que un golpe a puño cerrado.

La película tiene la destreza de delinear a dos personajes: uno desde los planos expresivos y medios, pero a otro desde la ausencia total del plano. El espectador solo es capaz de ver la destrucción de uno hacia el otro por medio de ver los restos de Luis regados por un solo set de filmación.

90 días para el 2 de julio no es una película físicamente violenta, pero sí emocionalmente reveladora. Muestra esa cara de las relaciones que pocas veces vemos y de la que casi nunca nos percatamos hasta mucho tiempo después. Con un montaje sencillo, desenfadado, Rafael construye un personaje dentro de un torbellino de ilusiones, emociones y transgresiones emocionales. Una película tremendamente ingeniosa y dolorosa.

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